Diálogo entre liberales
La verdad es que los liberales no tenemos cuando entendernos. Los epítetos corren, lo que no corre es el debate sustantivo. No comparto la tesis de Juan Carlos Tafur sobre una "derecha bruta y achorada (DBA)", porque asumir la injuria supondría cerrar el debate.
Algunos hablan, en contrapartida (mal también por ellos), de la existencia de una "derecha amnésica (DA)", que se acostó con el fujimorismo para luego renegar de él o de una derecha liberal servil de la izquierda o de un centro caviar, tonto útil, por lo demás, de la izquierda radical y violenta. Y así, daríamos vueltas y vueltas sin lograr entendernos.
Es entre lo accesorio y lo intrascendente que podríamos dejar de lado el argumento y el replique. Por lo demás, algunos liberales deben asumir que han sido incapaces hasta hoy de una propuesta propia, clara, rotunda, alternativa a la derecha fujimorista de la que denostan y a la izquierda moderada con la que simpatizan. Carecieron de una posición integral en las elecciones del 2011 y, por tal, no les quedó sino hacerle el servicio a la izquierda, promoviéndola o votando por ella. A estos liberales, en parte, les debemos o, casi les debemos, la irrupción de un rudo etnocacerismo que se hubiera devorado la democracia.
¿Y qué tal si Humala hubiera seguido los pasos de su padre Isaac y no la Hoja de Ruta? ¿Qué tendrían que explicarnos los liberales aquellos que se la jugaron en nombre de todos los peruanos? ¿Qué tendrían que decirnos los que celebraron el falso dilema de Levitsky (aquel politólogo que poco hubiera disgustado si el Perú acababa en una trágica reedición velasquista)?
Hoy se parapetan en la defensa de una gestión municipal técnicamente poco defendible y saltan al cuello de aquellos que creen que la revocatoria es una vía democrática. Para ellos no lo es. Es, apenas, una táctica de la "derecha bruta" para destruir a la izquierda ¿O ya no es democrática ni legal la revocatoria cuando se trata de Villarán? ¿O ya no es democrática sólo porque a Aldo Mariátegui le parece que Villarán no la hizo en el sillón de Nicolás de Ribera? Disentamos o no de Mariátegui, la revocatoria es un derecho. No menos ni más.
Así como votar por Keiko fue para algunos liberales una opción canalla, tan canalla les parece hoy apelar a los recursos que la Constitución y la ley disponen para revocar autoridades cuya gestión es técnicamente cuestionable (Ley 26300, por cierto). Por si lo ignoran, no será Castañeda ni Aldo Mariátegui ni Kouri quien decida cuan buena o mala fue la alcaldesa. Quien finalmente decidirá, al margen de quien pague el kit, será el populorum, el populorum que firma y vota.
En lo particular, creo que no existe tal derecha bruta y achorada y que la estulticia y el achoramiento son calidades y actitudes individuales. No asumirlo en esa línea es caer en el juego de la intolerancia, de aquella que reduce la validez de las ideas a las posiciones propias, siempre incontrastables con las ajenas. Cada quien tuvo su derecho legítimo de optar y de optar sin juicio ni sanción en el 2011. Quien votó por Keiko lo hizo tan en su derecho como aquel que lo hizo por Humala. Por lo mismo, aquellos que opinaron en una línea u otra en los diarios, que asumieron una posición clara anti Humala o aquellos que confrontan hoy corajudamente y blanden su posición por la revocatoria, lo hacen con el pleno derecho que les concede vivir en una democracia y poder elegir las opciones que les parezcan, equívocas o no. Quien elige diferente, sólo elige diferente, así a secas. En todo caso, la discrepancia puede ventilarse lejos de la bronca y el silletazo y cerca del argumento feliz y el razonamiento impecable.
Si discrepar es una necedad o un arrebato chavetero, el derecho de opinar adquiere márgenes de exclusividad y el que disiente no es más que un prontuariado cuando no un alfeñique moral o un paria. Por fortuna vivimos en democracia y vale en la diversidad tanto el argumento al centro como aquel que se blande desde la derecha, desde el estatismo hasta el librecambismo más obseso, desde el fujimorismo nostálgico hasta el liberalismo social o la socialdemocracia. No hay posición que no merezca un espacio dado en el espectro y, en tanto, lo merezca, no hay lugar para los adjetivos ni las ásperas y arbitrarias exclusiones.
PS. Alguien en las redes sociales afirma que discrepa "totalmente" con este bloguero y me parece natural que así sea. Lo admito como "su afirmación", aunque dudo de las discrepancias totales, pues siempre hay matices de encuentro y concordancias sustantivas o adjetivas, salvo que alguno toque los extremos. Sin embargo, que alguien discrepe no me molesta si es una discrepancia tolerante, amistosa, respetuosa y basada en ideas más que en vísceras. Esa es la democracia, una en la que podemos entendernos a partir de nuestra opción por el desacuerdo cortés, nunca atrabiliario.