El arte de insultar
Desde luego que quien tiene la pólvora y el cañón mata y espolvorea, evapora y liquida. He leído infinidad de veces "El Arte de Insultar" de Schopenhauer y me creo provisto, además, de las destrezas de un arte letal. Sin embargo, jamás haría uso de él porque no me anima el espíritu de guerra sino de paz, diálogo y concordia.
Quien navegue por las redes sociales sabrá bien que entre torpes y viles injurias, lo que domina es un rudimentario arte de la guerra. En algunos comentarios de blogs o de diarios, la guerra es más artera y va dispuesta a no dejar heridos. Con careta es más fácil aún apretar el gatillo, tanto que asumo que el anonimato debería estar proscrito de la red.
Lo curioso es que el insulto se traslade al debate y que los adjetivos rijan en la escena y sean más celebrados que las elucubraciones geniales. Este espacio anima a todos los opinantes, usuarios de redes, políticos, periodistas y a todo aquel que se asuma convocado a un pacto general por el debate alturado y la argumentación inteligente.
Hace unos días, una persona que defiende una posición fue asaltada en las redes, vilipendiada, quebrada a la mala, amenazada (algunos dicen, bajando al sótano de la polémica, que se autoamenazó). Algunos periodistas llaman "brutos" a quienes discrepan desde la derecha o la izquierda y los términos "derecha" o "izquierda" empiezan a ser, semánticamente, no menos que infamias y abominaciones. Son, apenas, por si no lo saben, posiciones ideológicas legítimas. Apenas, eso.
Que el 2012 nos permita reencontrarnos con las ideas y las buenas maneras; que el odio, el rencor o la vindicta pasen a ser artificios idiotas del pasado y que el debate público no prescinda de la razón. A ella nos debemos y es ella la que debe guiar nuestros pasos. Que así sea.