Poemas viejos
Hay que tener la audacia del estriptisero para darse a ver y la arrogancia del que cree en sus propias palabras, después de todo. Mientras revisaba entre mis viejos papeles cuasiadolescentes hallé un poema, tan antiguo como el sol y como la vanidad.
Se escribe (o se escribía entonces) por miedo, porque el mundo es zozobra y porque, pese a todo, el arte nos salva. Es así. Con el rubor de quien apenas se muestra en el análisis, va este viejísimo poema, sin reminiscencias, sin vuelta, tan antiguo como la mayoría de los olvidos.
Los poetas muy jóvenes fabrican a sus musas, elucubran sus penas, pero la vida cambia aunque las zozobras y los miedos persistan. "En los nidos de antaño ya no hay pájaros hogaño". Que sirva el poemita de marras (de años y años y años atrás), mal o bien tejido, apenas para el arte. Apenas eso.
Domingo
Para siempre.
Te tenía reservado
este lugar.
Para siempre.
Es domingo
que como en tarde cuelga
la pesadez de un agrio licor.
Para siempre
Eras para siempre.
No soy de los que pierden el tiempo
en inmediatos adioses.
No te creas que no es algo serio.
Pero tengo sombras,
Y en domingo tengo sombras
Y al envolver el pescado dominical
tengo sombras.
Estoy solo
Es domingo
Y me purifico.
Y digo así como soy,
es domingo
y se me caen las muelas de la cara.
Para siempre,
reiríamos juntos
no sé qué vívido ron.
Te tenía un cielo
de astrologías alcanzables
y un rincón de domingo sin sombra.
Un tiempo que me ha torcido
como a un pescuezo trémulo.
Una mano que me tuerce
como a un pescuezo trémulo.
Una esperanza
que nos hace buenos.
Para siempre,
mi cuerpo sin abrigo,
una tarde de domingo
que cuelga en el corazón.