Un ruego para que el Presidente Humala no se deje envolver por el repertorio chavista. Suficiente es con que lo menudeé abrazándolo como a ahijado o que le endilgue el título de "Comandante", ubicándolo en su jerarquía para abajo y obviando que Humala es más que Comandante, un Jefe de Estado, un gobernante en el hemisferio, un Presidente que, como tal, debe ser llamado.

Y si de promesas y envolturas se trata, es bastante más que complicado que PetroPerú invierta en la Faja Petrolífera del Orinoco. Dinero no hay para inversiones de mínimas envergaduras por lo que Chávez juega para la platea y haría mal Humala en creer en tamaños despropósitos.

Chávez no ensaya, ya prometió sin cumplir, le ofreció una refinería a Ecuador y hasta firmaron documentos, pero nada. No hay siquiera visos de cumplimiento. Lo mismo ocurrió con Brasil y Argentina y nada podrá hacer para contribuir al incremento de recurso en mano, porque Venezuela, a duras penas puede cumplir con sus compromisos de venta, especialmente a los Estados Unidos.

La realidad es que Chávez es un palabreador de viejo cuño que nada tiene qué ofrecer sino un modelo empobrecedor, un imperio asolapado, una injerencia indebida e indigna en los asuntos que de los peruanos son o de nadie.

Conviene que el Gobierno peruano sepa de la mala junta, que poca conveniencia hay en la cercanía y que pactar con el forajido es hermanarse con Irán.

Ojalá que la Cancillería tenga el ojo agudo, la visión amplia y la mirada estratégica. Dadas las circunstancias y los antecedentes, sólo queda lugar a dudas.